Se denomina cirrosis a una lesión crónica del hígado que hace que éste se deteriore lentamente. El tejido sano del hígado va siendo reemplazado por tejido cicatrizado, bloqueando parcialmente la circulación de sangre a través de este órgano. La cicatrización también deteriora otras funciones del hígado como por ejemplo eliminar bacterias y toxinas de la sangre, producir bilis o procesar nutrientes, hormonas y medicamentos. Un hígado sano es capaz de regenerar la mayoría de sus propias células; en cirrosis avanzada, el hígado no puede reemplazar las células dañadas, con lo que es necesario un trasplante.
Síntomas
Las fases iniciales de la enfermedad no presentan síntomas. Cuando esta avanza, se pueden experimentar los siguientes síntomas: debilidad, pérdida de apetito y de peso, náuseas, vómitos, dolor e hinchazón abdominal, vasos sanguíneos con forma de araña visibles en la superficie de la piel, picor.
La cirrosis puede provocar edema (acumulación de líquido en las piernas) y ascitis (acumulación de líquido en el abdomen). Esta última puede provocar una peritonitis bacteriana, que es una infección grave.
Diagnóstico
El diagnóstico de la cirrosis se basa en la presencia de un factor de riesgo (consumo excesivo de alcohol y/o obesidad). Se confirma mediante exámenes físicos (el hígado se nota más duro o agrandado), análisis de sangre e imágenes. La tomografía computerizada, la resonancia magnética o la ecografía permiten detectar aumento de tamaño del hígado, el flujo sanguíneo reducido o la ascitis. Las laparoscopias permiten ver el hígado directamente. Cuando existen indicios de cirrosis, el diagnóstico se confirma finalmente por medio de una biopsia de hígado (extracción de una muestra mediante la introducción de una aguja entre las costillas o por una vena del cuello para analizarla al microscopio en busca de tejido cicatrizado u otros signos de cirrosis).
Tratamiento
El objetivo del tratamiento es ralentizar el avance de la enfermedad (cicatrización del tejido). El tratamiento variará en función de la causa y de las posibles complicaciones presentes. Las complicaciones de la cirrosis es posible que requieran hospitalización.
La dieta debe compensar la desnutrición provocada por la cirrosis. Las personas con cirrosis no deben comer mariscos crudos, pues estos pueden contener una bacteria causante de infecciones graves.